Amanecía en Villanueva y a la hora señalada aparecían los ciclistas de "azud".Algunos comentaban la dificultad de dormir la noche anterior por nervios e impaciencia, y la ilusión por llevar a cabo una aventura de 76 Km. en la que medir condición física y psíquica.
La brisa fresca y el color dorado del otoño brillaban cuando llegamos a la Iglesia de San Bartolomé de Ulea. Desde la capilla de la Cruz partíamos después de los sellos y las fotos de rigor, allí nos reunimos con otros compañeros deseosos de rodar en pos de nuestra meta. Tras el sello en la Iglesia de la Asunción de Villanueva comenzamos la ascensión del Cajal, a un ritmo suave y sostenido, con algún problema de rodilla y un exceso de equipaje. ¡Qué calor!, después descubrimos Yechar, Mula y el Niño de Belate, Bullas, Cehegín y el Santuario de Caravaca, que nos recibió envueltos en un gentío que aprovechaba los últimos días del año santo jubilar y miraban con envidia sana nuestra montura y el atlético cuerpo. Para nuestras esposas e hijos que nos aguardaban fuimos héroes por un día. La precipitada ducha y una magnífica comida pusieron broche final a una jornada entrañable.
Aprovecho para agradecer a todos su ilusión, a nuestras esposas e hijos, al amigo Joaquín Villaescusa por su formidable labor, Concejalía de deportes de Caravaca y a las parroquias de Ulea y Villanueva, así como al párroco Juan José por su buen hacer y al Sacristán de Ulea (Pedro Soler) por su madrugón . Gracias y hasta la próxima.